Las expectativas para un recién descendido siempre estarán en lo más alto, con un gran riesgo de fallar en el objetivo. Sobre el papel, el CF Fuenlabrada iba a ser uno de los candidatos al ascenso, pero sobre el césped están jugando con el fuego de un nuevo descenso, ahora hacia el cuarto eslabón de nuestro fútbol.
No es fácil adaptarse a una nueva categoría. Muchos pensarán que con pasear el nombre de un equipo que acaba de estar en Segunda División iba a ser suficiente. Que pregunten por Murcia, La Coruña o Córdoba si les ha servido. La Primera Federación es un golpe de realidad que atrapa hasta al gigante más histórico en un trayecto traicionero por volver a volar y para el Fuenlabrada, ese impacto ha sido devastador.

Hablar del Fuenlabrada como la decepción de la temporada no es ninguna exageración. El peligro de encadenar dos descensos consecutivos está cada vez más presente en una fracasada campaña de los azulones en la que apenas se rozó el objetivo lógico: pelear por el play-off.
Ahora, lo que hay que evitar es la catástrofe para el equipo del Fernando Torres. No hay disculpa para justificar la triste realidad del equipo, una plantilla que no ha dado para mucho más y que encara la recta final del curso con un rendimiento mediocre para no confirmar la tragedia.
De rozar una promoción para Primera División a tambalearse en la cuerda floja del descenso a Segunda RFEF en pocos años. El fútbol es igual de bonito que cruel, pero en este caso el mérito deportivo da la razón a la realidad que refleja la clasificación del Grupo I.

La paciencia de gran parte de la afición del Fuenlabrada se ha ido agotando jornada tras jornada. La destitución de Mere Hermoso llegó demasiado tarde, en un ejercicio de impasibilidad de la directiva y la dirección deportiva que tienen gran parte de culpa de la situación actual de los madrileños.
La planificación de la temporada ha sido impropia de un equipo que llega desde Segunda División. Definirla como nefasta se queda corto, conformando una de las plantillas más cortas de toda la competición. La necesidad de reinventarse en duelos directos ante las bajas y la presencia de jugadores que están ‘verdes’ para la categoría -hablamos de partidos en los que el banquillo estaba lleno de piezas del filial- han mermado las posibilidades de conseguir más puntos. El mercado de invierno tampoco ha sido una maravilla en una oportunidad para enmendar los fallos cometidos en verano
No hay un bloque consagrado ni tampoco una idea de juego. La confianza en un entrenador de la casa como Alfredo Sánchez -ya presente en el cuerpo técnico de Mere- ha conseguido cierta mejora en las sensaciones, incluso ha habido un amago de despejarse de los puestos de descenso. Pero el margen de error actual es muy corto y los jugadores arrastran los mismos defectos latentes en toda la campaña.

El equipo progresa si tiene la posesión del balón, pero es incapaz de generar y de sorprender a los rivales con transiciones muy fáciles de derribar y con una conexión casi inexistente entre los jugadores. Parecen desconocidos que nunca han coincidido en un terreno de juego y se ven sobrepasados en la mayoría de los partidos por mera intensidad. Desde fuera se denota a un equipo sin alma y que ha perdido la confianza.
La actitud de ciertos jugadores y directivos ha sido muy criticada por una afición dividida que denota indolencia ante la grave situación por parte de figuras específicas. Que algunos arrastren el escudo por el césped duele mucho y criticar eso no te hace mal aficionado. No es cuestión de dinámicas como dirían algunos, sino de un problema que ha sido constante desde el primer tercio de la competición y que no se ha intentado solucionar hasta que no se han visto con el agua al cuello desde el club.
El proyecto azulón se ha desmoronado con una escuadra que por nombres no debería de estar en estos puestos ni de cerca. Se han juntado buenos jugadores que no han conseguido hacer equipo ni han sido capaces de evolucionar. El peligro de descender es muy real, aunque la calidad da para salvarse sobradamente.
Sergio Cubero en la derecha sobresale del resto del grupo, es una locomotora incansable. Un jugador que está a otro ritmo y cuya calidad está por encima de la categoría, incomprensible que el Eibar no se lo quedara para Segunda tras su gran paso por la SD Logroñes. Con Álvaro Barbosa por la izquierda -aunque este haya decepcionado un poco por su excelente temporada en el Linares Deportivo-, conforman una de las mejores parejas de laterales de la Primera Federación.
Probablemente los laterales del Fuenlabrada sean la posición que más peligro genera en un equipo sin profundidad ni jugadores diferenciales. El juego los tiene a ellos como protagonistas -les beneficia mucho la defensa de tres y ellos como carrileros-, llegando a línea de ataque para colocar centros medidos buscando el remate directo o las segundas jugadas. Así se ha mantenido un equipo que apenas ha conseguido puntos fuera de casa siendo de los peores visitantes de la categoría.
Diego García es el receptor principal de estos balones. El máximo goleador azulón y una de las revelaciones de la temporada en uno de los conjuntos menos anotadores es un ‘9’ puro que se está destapando en su cesión desde Leganés. La gran referencia en un ataque con poco talento e irregular en el rendimiento -otros jugadores como Fer Ruiz o Iban Salvador, con sus más y sus menos, son de los más destacados en un equipo que no ha dado para más-. Al fin y al cabo, tanto el juego como los números hacen justicia a la posición del Fuenlabrada.

La temporada se ha basado en alargar una penosa dinámica en la que se han maquillado los malos resultados gracias a conseguir puntos en el Fernando Torres. No puntuar apenas como visitantes pasa factura cuando tampoco se aumenta el casillero en casa en ciertos tramos.
El Fuenlabrada está herido, pero con margen suficiente como para salvar la categoría. El panorama puede cambiar de aquí a tres jornadas, la igualdad está presente en esta división. La cuestión es que, aunque los madrileños salven el drama del descenso, la temporada azulona seguirá siendo una de las grandes decepciones de la competición.
Recuperar la mentalidad de rachas positivas es posible, aunque se difuminen en un esperanzador espejismo. Pasar del sueño a la pesadilla en un tiempo tan corto tal y como le ha ocurrido a la agradable afición del Fuenlabrada es un aliciente más que importante como para que se acaben las excusas. No está todo perdido.
Imagen principal: @Fuenla.