La Primera Federación es una categoría que no tiene piedad. De cara a la recta final de la competición, más de una treintena de técnicos han sido cesados a lo largo de todo el curso. Ser entrenador en Primera RFEF se ha convertido en una profesión de mucho riesgo.
Los banquillos del escalón de bronce se han convertido en una especie de ‘batalla de supervivencia’ en la que es muy probable salir perdiendo. El mundo del fútbol siempre ha sido muy injusto con la figura más fácil de desechar cuando las cosas no marchan como es debido: la del entrenador. En una temporada de locura como la que se está viviendo, las cifras de despidos están siendo desorbitadas.

Menos de la mitad de los 40 equipos han fidelizado con su capitán de navío desde la primera jornada. La inmensa mayoría, fruto de su buen trabajo al cumplir o incluso superar las expectativas. Raúl Llona a los mandos de la sorprendente SD Logroñés o Fran Fernández en una AD Alcorcón imponente son ejemplos de entrenador en Primera RFEF que han realizado una gran gestión en esta campaña.
Otros han logrado mantenerse por la ‘confianza’ de las directivas frente a una temporada adversa -o porque el despido saldría demasiado caro para las arcas-. Iván Ania en un Algeciras CF que está bailando demasiado con el descenso y Gustavo Siviero en un decepcionante CF Intercity son los grandes supervivientes de una batalla que tendrían perdida en otros conjuntos visto lo visto.
Casi una decena de conjuntos ha experimentado tres cambios de entrenador en Primera RFEF esta campaña, la mayoría, luchando por no descender. Y sinceramente, hay muy pocos equipos que se hayan salvado teniendo tantos técnicos a lo largo del curso. A veces es mejor dejar de agitar tanto el árbol para dejar que los frutos maduren adecuadamente, pero el factor tiempo es diferencial y la presión es máxima.

La Primera Federación es el ejemplo más claro de que el fútbol se basa en precipitaciones, y no es para menos. Que el 25% de los clubes participantes descienda conlleva grandes dosis de nerviosismo -la Segunda RFEF es un pozo muy profundo- desde la directiva hasta la afición pasando por los propios jugadores. Una especie de efecto dominó del miedo en el que han entrado equipos que no se esperaban en un inicio y los principales señalados siempre serán los entrenadores.
Un nuevo entrenador no garantiza la llegada de buenos resultados, pero sí un cambio inevitable en un vestuario que puede ir a mejor -las primeras jornadas suele ocurrir esto- o a peor en un plazo mayor. El principal referente de un cese bien ejecutado es la AD Ceuta, con una impresionante labor de José Juan Romero en un resurgir a contrarreloj que marcha a ritmo de hacer historia en el fútbol español.
La situación de precariedad de la categoría hace que aquellos conjuntos en unas condiciones de plantilla más favorables busquen el ascenso de manera desesperada, el futuro es demasiado incierto bajo los mandos de Luis Rubiales. Jugarse a una carta un ambicioso objetivo -sólo asciende el 10% de equipos- en muchos casos ha resultado ser inviable, porque los equipos no han valorado su nivel real. No todas las cartas son las ganadoras y gran parte no suelen ser buenas.

En otros casos, la lógica es determinante. Muchos banquillos pedían nuevas caras ante contextos irreparables que no prometían un temprano cambio de rumbo, en algunos clubes los ceses han llegado muy tarde. Hablamos del reciente despido -bastante anunciado, además- de Germán Crespo en un Córdoba CF en horas muy bajas o el de Onésimo Sánchez en un Atlético Baleares que zarpaba a la deriva.

Los movimientos no siempre son favorables, el cambio equivale a riesgo. La incertidumbre puede llegar a desestabilizar a un equipo estructurado en unas bases previas y las nuevas propuestas pueden hacer que los resultados sean incluso peores que los del anterior técnico con algunos movimientos que no se han llegado a entender esta temporada.
En ocasiones, es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Muchas plantillas han sufrido un rendimiento cada vez más descendente con un nuevo técnico. Por ejemplo, la UD Logroñés, cuyo primer cese fue cuando marchaban novenos en la clasificación y ahora son carne de cuarta categoría.
Ahora bien, ¿qué imagen se pretende dar a los futuros entrenadores de la categoría? En una liga donde los clubes exigen el máximo rendimiento en el más mínimo margen de tiempo, probablemente muchos prefieran coger las riendas de un equipo de menor escalón, pero con mayor estabilidad.
Sería una lástima que los entrenadores tuvieran miedo de competir en Primera Federación. Hay que recordar que ellos viven de esto, arriesgándose a cambiar de destino en una débil cuerda en equilibrio que puede romperse en cualquier momento. Pese a la gran cantidad de despidos, la calidad de los banquillos es cuanto menos envidiable y muchos asomarán más pronto que tarde su pizarra en el fútbol profesional. Eso sí, está claro que, actualmente, ser entrenador en Primera RFEF es una profesión de riesgo.
Imagen principal: @CordobaCF_ofi.