La Primera División REFE ya está aquí. El pasado mes de abril, la Federación mantuvo una reunión con los equipos de la Segunda División B con posibilidades de optar a una de las 36 plazas. La sorpresa para ellos fue la cantidad de asuntos que aún están en el aire y que ya deberían haber sido diseñados. Ante esta situación no cabe duda de que alguno de estos clubes, la mayoría modestos, se podrían plantear renunciar a una plaza por derecho ganada en la competición.
No me quiero extender en el formato de la competición, más bien en las dudas que estos clubes afrontan y a las que la Federación ya debería haber dado respuesta con un proyecto sólido de competición. Es normal que alguno expresara su temor y cierto grado de decepción al salir de una reunión que muchos de los asistentes señalaron como “light”.
Las primeras dudas aparecen con los criterios económicos. Aún no se tiene atado al patrocinador principal. La Federación tiene una estimación de lo que se ingresará por los derechos televisivos, aunque puede que no sea todo lo realista que debiera, ya que hasta el momento la competición no parece suficientemente atractiva como para atraer a un inversor o varios. Creo que la Federación estará pensando en un conjunto de estos para cubrir las cantidades esperadas, si no quiere rebajar las expectativas económicas y decepcionar a unos participantes que necesitan esos ingresos para encarar con garantías una competición con las exigencias expuestas por Rubiales.
Las reticencias van más allá entre los clubes, existiendo una división entre aquellos que quieren una venta centralizada y un reparto más o menos equitativo de los ingresos, y otros que plantean el reparto en función de las audiencias en cada uno de los partidos. Me alarma que la Federación se haya dormido y ahora empiece a actuar a contra reloj e improvisando soluciones económicas que no serán satisfactorias para los clubes. Esta reestructuración lleva tiempo en la cabeza de Rubiales y se está aprovechando la coyuntura actual, bajo la pandemia, para darle un giro necesario al fútbol modesto.
Se puede improvisar y actuar en función de las situaciones de los distintos clubes y escenarios, pero creo que donde debería haber estado todo más que atado, diseñado y dirigido, sin ninguna opción de dudas e incertidumbres, es en el tema económico. Y desde la distancia, parece que todo está demasiado en el aire porque ni siquiera a estas alturas se sabe si los contratos de los jugadores tendrán un mínimo tal y como ocurre en el fútbol profesional. Cuando esto pasa, finalmente los grandes perjudicados son los clubes que avanzan o mejor plantean un escenario, incluso avalado por la RFEF, que les hipoteca y merma para el futuro.
También los clubes deben cumplir otros criterios económicos que tienen que ver con la profesionalización de su estructura y que incluyen unos mínimos en cuanto a las infraestructuras (los estadios deben tener un aforo mínimo de 4.000 espectadores, una potencia mínima de luz igual para todos en la temporada 22/23 y que todos los campos sean de césped natural para la 23/24). Se me antoja difícil con la situación actual. Recordemos que en general estamos en mitad de una crisis económica generada por la pandemia y que los ingresos de los clubes se han visto muy limitados por la imposibilidad de cobrar entradas y abonos de temporadas desde el comienzo de la misma.
Esto a su vez restringe la capacidad de los clubes para generar ingresos por patrocinios y publicidad. Creo que esto debería haberse implementado a lo largo de un periodo de tiempo anterior a la decisión de poner en marcha la nueva competición. Como he dicho, esta reestructuración del fútbol modesto se venía barruntando desde hace tiempo. Estos cambios en los clubes tendrían que estar cumplidos ya para que ahora todos estuvieran al máximo nivel de profesionalismo que la Federación exigirá en todos los sentidos.
En lugar de ello, los clubes han ido sesteando las distintas situaciones que vivían. Sólo se hablaba de la estabilidad o inestabilidad económica de los clubes en función del número de denuncias por impago presentadas por los jugadores ante los sindicatos que les representan. Lo cierto es que la mayoría de las estructuras de los clubes de Segunda B son muy débiles. Ahora se deben modernizar y profesionalizar en un tiempo mucho menor del que realmente necesitarían.
Uno a esto que la brecha entre equipos es grande. Dejando de lado los filiales, hay clubes que necesitarán un tiempo más largo que otros para llegar a los estándares que impondrá la Federación. CD Calahorra, CD Tudelano, At Sanluqueño, Linares Deportivo, Dux Internacional de Madrid están entre esos que partirán en una situación de desventaja bajo mi parecer.
Y hablando de filiales. Tendrían que estar limitados en su número. Si realmente esta reforma se lleva a cabo para profesionalizar el fútbol modesto, la profesionalización está señalada para equipos que no son dependientes de clubes que participan en Primera y Segunda División. Si no es así, se limita sobremanera la participación de futbolistas de nivel en una competición que precisamente busca la mejora de ese nivel, relegándolos a participar en la Segunda División RFEF, la antigua Segunda División B que se me antoja bastante devaluada.
Además, está la configuración de plantillas que ha propuesto la Federación: 23 jugadores; 8 de ellos sub-23. Esta configuración también limitará la competitividad de los clubes y favorecerá a los filiales de grandes clubes. No le encuentro sentido aumentar el número de jugadores sub-23 de 6 a 8, sobre todo porque en muchas ocasiones estos jugadores no suben el nivel competitivo, incluso lo contrario, de la plantilla de los clubes más modestos.
Por último, una duda sobre la Segunda División RFEF: ¿prestará la Federación la misma atención a esta categoría que hasta ahora ha prestado a la Segunda División B? Confieso que, tal como se están desarrollando los acontecimientos en lo que a la Primera RFEF se refiere, las esperanzas de una mejoría en nuestro fútbol modesto se acortan bastante.