La Superliga, tras unos días protagonizados por las presiones en su contra, ha sido cancelada. Al final, los aficionados han demostrado que aún conservan cierto poder en el fútbol. Este deporte, que se ha hecho grande gracias a sus fans, es hoy en día un negocio en el que todos (sin excepción) buscan sacar provecho. Esta nueva competición era una demostración más. Un reflejo de la sociedad en la que vivimos.

El proyecto, impulsado por Florentino (Real Madrid), Agnelli (Juventus) y los hermanos Glazer (Manchester United); ha sido un intento -por parte de estos dirigentes- de enriquecerse aún más. El plan estaba trazado desde hace tres años, según el presidente del Madrid, y la pandemia aceleró su lanzamiento: la ausencia de aficionados en las gradas y el confinamiento derivaron en una grave crisis financiera en el mundo del fútbol.

En su entrevista para El Chiringuito, Florentino dijo que la Superliga tenía como objetivo «salvar el mundo del fútbol». En realidad, lo que buscaban era mejorar sus beneficios y dejar las migas a los demás: esta competición iba a copar casi todo el pastel de los derechos televisivos, vitales para la gran mayoría de clubes de Europa.

Sí, iban a existir pagos de solidaridad, pero no eran más que un salvoconducto respecto a las leyes europeas. Además, Florentino no tuvo en cuenta (quizás intencionalmente) que la UEFA reparte dinero entre todos los clubes participantes de la Champions, Europa League y la nueva Conference League. En cambio, la Superliga pretendía repartir los ingresos entre 20 equipos.

Es decir, las entidades fuera de la competición no iban a ser compensadas, sino que quedaban condenadas a perder bastante dinero a corto, medio y largo plazo. Por otra parte, el torneo representaba el fin de la meritocracia y la degradación de los valores del deporte. Al fin y al cabo, la grandeza del fútbol radica en que cualquiera puede ganar a cualquiera en un partido.

La magia de la imprevisibilidad se personifica en gestas como la del Leicester, campeón de la Premier en 2016, o la visita del Granada a Old Trafford, en unos cuartos de Europa League. Así, la Superliga iba a tener nefastas consecuencias para el fútbol: monotonía entre los grandes, desigualdades económicas, pérdida de interés y menor demanda televisiva. Un ciclo mortal.

Florentino, por cierto, señaló que los jóvenes han perdido el interés en el fútbol. ¿Y cómo no? Precios desorbitados para entradas, camisetas y paquetes de televisión son motivos de peso para esto. Aun así, los dirigentes de los clubes implicados se han llenado la boca al hablar de sus aficionados.

Mucha gente ha defendido la Superliga como si de una guerra entre sus clubes y la UEFA-FIFA se tratase. No es ningún misterio que la aristocracia del fútbol europeo y mundial es una de las responsables de la situación actual. Sin embargo, la solución que han propuesto estos clubes no es la adecuada. Estar en contra de la Superliga no implica estar a favor de la UEFA ni de la FIFA.

Ambas organizaciones han demostrado ser corruptas y ansiar el beneficio económico. El Mundial de Qatar es solo uno de los ejemplos: un país en donde los derechos humanos escasean y donde han muerto numerosos obreros. El propio Tebas tiene mucho que callar, pues quiso llevar partidos a Miami. También Rubiales ha organizado finales de la Supercopa de España en Marruecos y Arabia Saudí.

Con todo esto, queda claro que la hipocresía es el común denominador de la clase alta en el mundo del fútbol. De hecho, los cambios que se aproximan (como la nueva Champions) seguirán beneficiando a los clubes más ricos, mientras que la UEFA mantendrá su poder. Asi pues, los aficionados han ganado una pequeña batalla, pero el futuro no es esperanzador. Sea como fuere, nosotros seguiremos reivindicando que el fútbol es (o debería ser) de ellos.


En ELXIIDEAL tenemos una amplia oferta para insertar la publicidad de tu negocio en nuestra web y redes sociales.

2 COMENTARIOS

  1. Así es, un torneo cerrado y elitista rompería con la esencia del fútbol, la magia de que cualquiera puede ganar a cualquiera a un partido, aumentarían las desigualdades económicas y se perdería competitividad. Los aficionados han demostrado que están muy vivos y que no van a permitir que unos pocos se apropien de este maravilloso deporte.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí