«Pero, ¿cómo vas a bajar dos categorías?» Esa es la pregunta que, probablemente, el bueno de Lucas Pérez habrá escuchado y leído en demasiadas ocasiones durante estos días. Me atrevería a decir que de aquellos que sólo conciben la lógica del fútbol como un negocio, los que ven un gesto de amor a unos colores como algo incomprensible en un mundo regido por ‘don Dinero’.

Lo que sí es seguro, es que estamos ante un caso único que incluso ha traspasado fronteras. El del último romántico del fútbol, capaz de abandonar el escalón profesional para ‘bajarse al barro’ de la Primera Federación y «cumplir un sueño» en el equipo de su ciudad, en el escudo de su corazón. Un gesto de valor incalculable, de los que ya no se ven por desgracia.
La ironía de la vida hizo que el fichaje del año en la categoría de bronce se diera unas pocas horas antes de tomar las uvas -cierto es que ya hubo un intento fallido en verano-. La fiesta en La Coruña empezó con el comunicado oficial del Dépor, de eso estoy seguro. Y es que, sin miedo a equivocarme, es el refuerzo de mayor respuesta mediática que se haya visto jamás tanto en la antigua Segunda ‘B’ como en la actual Primera RFEF.

Esto alimenta un debate cuanto menos interesante, el del contraste de este deporte. Mientras uno de los mejores futbolistas de la historia abandona fútbol de élite para cobrar cinco veces más que el segundo jugador en la escala de salarios más jugosos, otros deciden escuchar sus sentimientos y sentar un precedente nunca antes visto en el balompié moderno. Honor a Lucas Pérez, siempre en su barco.

La odisea en la trayectoria del coruñés le depara un nuevo escenario en su tercera etapa defendiendo los intereses de Riazor -más allá de la categoría-. Resarcirse de ese ‘regustillo’ amargo que dejó su última vez vistiendo la zamarra blanquiazul. Cedido por un Arsenal de Champions -que un año antes había pagado 20 millones de euros por él-, los deportivistas descendieron a Segunda, siendo Lucas Pérez bastante cuestionado por su propia bancada. Aunque estoy seguro de que eso está ya más que olvidado, quién sería capaz de reprocharle lo más mínimo o de dudar de su rendimiento en estos instantes.

No se confundan, este no es el típico fichaje de ‘jugador acabado’ que llega de vuelta, sin ser lo que era. Es más, el delantero de 34 años estaba siendo diferencial -que no titular- para una afición cadista que ha pasado de los silbidos -por la fijación del jugador a marcharse- a los aplausos en los 715 minutos disputados por el futbolista. Y es que la profesionalidad y compromiso de Lucas Pérez se ha prolongado hasta su último servicio para anotar el empate contra el Almería en su postrero partido con los andaluces.

Lucas no quería ir a un equipo mejor, que podría; ni ganar más dinero en el extranjero, que podría. Sólo deseaba volver a casa, con su gente, con su afición. Dejar de marcar goles en Primera para intentar ayudar al Deportivo a dejar atrás la peor etapa de su historia y convertirse en leyenda, porque de lograrlo lo sería. «Cumplir el sueño», como ya mencionaba el jugador en el tweet anterior, y que comparten todos los deportivistas: el sueño de volver al fútbol profesional.
La historia de alguien que renunció al dinero y decidió volver a defender el escudo por el que llora, en su momento más difícil, es algo idílico que se ha convertido en realidad. Puede ser también porque a Lucas, ya un veterano, no le queden muchos años en las botas como para esperar al Deportivo en Primera, más aún cuando llevan tres temporadas en el ‘infierno de bronce’. Rozando la vuelta en aquel fatídico y polémico play-off en el propio Riazor, pero sin lograrla. Lucas, estando allí presente, con lágrimas como el que más siente los colores.
No creo que nadie sea capaz de criticar la decisión del jugador, ni siquiera desde Cádiz. La codicia en este caso nunca rompió el saco y Lucas pasará de cobrar un sueldo de Primera en las marismas del sur a una décima parte. El bolsillo tampoco le va a doler a alguien que ha desarrollado su carrera profesional en primera línea europea -el contrato con el Arsenal ayudó a solventar su situación económica- y que ha pagado prácticamente la mitad de su libertad -493.000 euros del millón que marcaba su claúsula– para regresar a donde deseaba.
Esta cifra, indudablemente, supone un récord en la categoría. ¿Es moralmente correcto gastar tanto en una división donde los demás equipos ‘pasan hambre’? Bien, tengamos en cuenta que el Deportivo ha empezado el año con 24000 abonados, y es el club más histórico de los 40 que compiten en el día de hoy.
Una inmensa masa social detrás, al nivel de las mejores de Primera División, sumado al atractivo del equipo -es campeón de una Liga- a la hora de conseguir patrocinios y acuerdos con jugadores más prestigiosos, hacen que realmente el club de La Coruña juegue en otro escalón y puedan permitirse un acuerdo de este calibre -más aún cuando ‘sólo’ tienen que hacer frente a la mitad de la operación-. Luego puede salir bien, mal o regular, pero en Riazor ya llevaban varios meses preparando la vuelta del neno. Ahora, luego no pueden pagar justos por pecadores si se vuelve a fracasar.
Muchos dirán que se te ha ido la cabeza, Lucas. Pero gracias, de parte de aquellos que seguimos al pie del cañón para defender un fútbol separado del negocio, por recordarnos que todavía existe el amor incondicional a un escudo. Por demostrar que una montaña de billetes no siempre puede comprar el sentimiento, hoy en día demasiado perdido en un deporte tan mercantilizado. Te disfrutaremos en Primera Federación, estoy seguro.
Imagen principal: @RCDeportivo.