El RC Celta se vio obligado al final de la jornada 12 a cesar al salvador del equipo dos temporadas atrás, un entrenador que en su inicio había devuelto la ilusión a Vigo. En otras palabras, se había pinchado la «Chachoneta».

El equipo que desde noviembre del 2020 se había caracterizado por su fútbol dinámico, una presión asfixiante y la unión entre plantilla y afición se había convertido en un conjunto ramplón, sin ideas y que no transmitía nada a los suyos. Para más inri, su venta estrella del verano, un canterano como Brais Méndez, estaba siendo la revelación de LaLiga y sus cifras sonrojaban los datos que el jugador de Mos conseguía en Vigo.

Para dejar una cosa clara, el aficionado celeste se caracteriza por ser de extremos: si ganas dos partidos seguidos significa que te vas a clasificar a Champions y si son dos los encuentros perdidos de manera consecutiva la situación es insalvable. En ese momento el Celta se encontraba un punto por encima de la salvación, pero con una racha en la que tan solo habían conseguido cuatro puntos de los últimos 24 posibles. Para la afición todo apuntaba a Segunda División y con esta situación llega Carvalhal al equipo.

El portugués era una apuesta de Luis Campos, asesor deportivo del equipo y de otro gigante europeo como el Paris Saint Germain, y a pesar de haber conseguido grandes resultados en una etapa en el Sporting de Braga, no era conocido para el gran público español. Su primera jornada en el cargo se había saldado con una derrota en Balaídos frente a un rival directo como Osasuna, que también debería ser un modelo deportivo a imitar. El inicio no era esperanzador.

La única buena noticia parecía la irrupción en el equipo de un joven de Porriño, un Gabri Veiga que parecía una realidad competitiva que el RC Celta debía aprovechar y blindar para el futuro. Pero poco a poco el equipo de Carvalhal iba dejando destellos de lo que deseaba el entrenador e iba consiguiendo enganchar a la afición.

El técnico apostaba por el fútbol frenético que aman en Vigo e iba sacando de la residualidad a apuestas del mercado de verano que no contaban para el predecesor argentino. Aparecía Luca De la Torre, denostado por el anterior técnico; se veían algunos minutos de Swedberg, un joven por el que se habían pagado 5 millones hace meses; Carles Pérez cogía galones y sentaba a Cervi; y Mingueza cogía más minutos y responsabilidades en el juego asociativo del equipo, primero desde el central en una línea de 3 y posteriormente desde el lateral derecho. El equipo iba construyéndose paso a paso.

A pesar de las buenas sensaciones, tras el Mundial los vigueses habían caído eliminados de la Copa del Rey, donde la afición año tras año se ilusiona con conseguir ese tan ansiado titulo para las vitrinas celestes, y solo habían ganado al colista con un único gol de diferencia (además de a un 2ª RFEF en primera ronda de Copa). Las buenas sensaciones solo eran eso, sensaciones, y no se transformaban en puntos. El RC Celta llegaba a su particular Tourmalet empatado a puntos con el Valladolid, equipo que marcaba el descenso.

¿Cómo saldría el equipo vigués de una racha de cuatro partidos en la que debía enfrentarse al Athletic Club, Real Betis, Atlético de Madrid y Real Sociedad? Los más positivos confiaban en sacar cuatro puntos y seguir en el mismo puesto en la tabla al terminar esta parte de LaLiga.

Pero no, el RC Celta ha conseguido siete puntos de los 12 posibles y se puede decir que ha sido mejor en tres de los cuatro encuentros (casualmente en el partido más igualado consiguió la victoria frente al Athletic). Después de este tramo de partidos, el equipo se encuentra 14º, dos puntos por encima del descenso y con la esperanza de ver a lo lejos una clasificación a Conference League que no parece imposible (a 8 puntos del séptimo puesto y habiéndose enfrentado ya a varios equipos actualmente en Europa).

Al Celta en ciertos partidos lo está lastrando la falta de gol de sus delanteros, y la habitual dependencia de Iago Aspas en este aspecto, pero Gabri Veiga está siendo un soplo de aire fresco desde segunda línea. El centrocampista demuestra por qué en las categorías inferiores siempre estaba cerca del área, casi siempre en posición de extremo, y como segundo punta con el Celta B, y es que tiene un don con el gol.

Hasta hace dos semanas tenía la mejor relación de goles/minuto para un centrocampista en LaLiga (solo detrás de Oihan Sancet y Fede Valverde en goles totales) y se situaba como el tercer máximo goleador sub-21 de las cinco grandes ligas, por delante de perlas como Wirtz, de estrellas consagradas del centro del campo como De Bruyne o Bruno Fernandes e incluso delanteros como João Félix o Son Heung-Min. El de Porriño parece que no tiene techo y su afición clama para que no se vaya y para que los equipos de la Premier y su dinero ilimitado no se fijen en él.

Pero este RC Celta no es solo Gabri, existen jugadores que han conectado desde el primer momento con la afición como Larsen, que a pesar de que le esté costando de cara a gol deja ver que en el futuro valdrá mucho dinero; Carles Pérez siendo el extremo que el equipo necesitaba desde hace tantos años y un Mingueza que está dando mucho más ataque y en el juego combinativo de lo que se esperaba. A todo esto obviamos a Iago Aspas porque ya es costumbre que sea el mejor jugador de un equipo que no está en Champions y vuelva a opositar al Zarra pese a sus 35 años.

Veremos si el equipo sigue esta progresión y Europa puede convertirse en una realidad o si solo vuelve a ser uno de esos picos de felicidad de la afición celeste tras una buena racha.

Imagen principal:@RCCelta.


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