Esta temporada he sido muy crítico con el Barça porque desde fuera, que siempre es más fácil, he considerado que el club lleva inmerso en una gestión interna nefasta desde hace años que, hasta hace un mes, se reflejaba en el terreno de juego. Sigo pensando todo lo que he escrito en ocasiones anteriores, pero también soy el primero en reconocer cuando algo cambia para bien, cuando, durante un tiempo considerable, hay una mejora notable. Y ese es el caso del Barça. Mes de enero perfecto en liga (5/5 victorias) con el único lunar de la Supercopa, y una remontada heroica frente al Granada en la Copa del Rey que mostró un equipo con carácter que llevábamos varias temporadas sin ver. Algo ha cambiado, eso está claro.

La radiografía de los males del cuadro azulgrana viene de muy atrás, desde la salida de Neymar y el posterior despilfarro de dinero con la ansiedad de arreglar un ridículo mayúsculo. Fue el primero de muchos, de muchos que desembocaron en una temporada, esta, a la que han querido llamar «de transición». Messi explotó y a Suárez lo envolvieron ‘pa’ regalo rumbo al Metropolitano para financiar el gol de un rival directo. Salvaron el ‘match-ball’ de Messi hasta que el astro argentino se pronuncie, pero por lo menos el máximo responsable de todo, y sus cómplices, ya están OUT. Bartomeu, afortunadamente para el club, es pasado, pero el desenlace electoral para elegir a la nueva directiva será decisivo para la viabilidad de un club que, si fuese una empresa normal, habría quebrado hace tiempo.

En medio de todo esto, la incorporación de Koeman, que no se corta la lengua, y hace bien, generó dudas, sobre todo los primeros meses, por su decisión táctica. Cambio del sistema 4-3-3 ‘made in Barça’ y «transitó» a un 4-2-3-1 que ha demostrado ser fallido. Messi arrastraba las secuelas del burofax, Griezmann no la tocaba y el Barça regalaba puntos en cada jornada con errores en defensa a cada cual más grave. No había por donde cogerlo.

Sin embargo, contra todo pronóstico, el cuadro blaugrana ha echado a andar. Tarde para la liga, pero más que a tiempo para la Copa y quién sabe si para la Champions. El técnico holandés ha vuelto al punto de partida y ha colocado a De Jong y Pedri de interiores con Busquets como pivote posicional. Dembélé ha encadenado 10 partidos sin lesionarse, algo inédito hasta la fecha, y Griezmann, de repente, ha empezado a enchufarlas. Messi siempre ha sido el mejor, aunque filtren contratos a traición que distorsionan la realidad: merece que le paguen lo que quiera, porque el valor de lo que genera en el campo y en las arcas lo justifica. Vale todo, como titularon en el Diario Olé.

Koeman se ha metido a todos en el bolsillo y el equipo en un ejercicio de fé que hacía tiempo que no se veía, remontó un partido épico en Granada para mantenerse vivo en la competición que más tienen a tiro. El técnico holandés, guste más o menos, ha ejercido de entrenador, ha tomado decisiones, y en rueda de prensa muerde para defender al club al que representa. Sus predecesores se quedaban dormidos en el banquillo o eran incapaces de reunir a sus jugadores en los ‘tiempos muertos’. Si hablamos de carácter, Koeman gana por goleada.

El Barça no ha ganado nada, y puede que no lo haga, pero ha revertido una imagen muy pobre en una temporada que se presentaba muy complicada. Han vuelto a enganchar y le han comido la tostada al Real Madrid, que ahora experimenta en los resultados y sensaciones lo que los culés vivieron al principio. Todavía no hay presidente, todavía no se sabe si Messi seguirá, tampoco Koeman, y los títulos (Copa y Champions) tienen que decidirse, pero algo ha cambiado en el Barça, y había que decirlo.


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