2021. Muchos jugadores ya son libres, pero él no es uno más. Él es uno de los mejores de la historia y un icono del club. Un chico de cantera que ha escalado la pirámide hasta llegar a la cima de Barcelona y del mundo. Un argentino empadronado en Cataluña que era feliz con un vínculo hacia una entidad con la que se retroalimentaban mútuamente hasta que una de las partes se borró. Simplemente cayó en las manos equivocadas. La gestión comenzó a estar marcada por una cascada de decisiones infames que desembocaron en una crisis institucional que tardará años en terminar. Y Messi, entre medias de todo, se preguntó ya en la pandemia si hacer caso a su cabeza o al corazón. En agosto optó por lo primero y la cuenta atrás para la decisión final ya ha empezado.
El Barça está pagando el precio de sus despropósitos. La lista es larga y la paciencia de las exigencias que se esperan de un club de este calibre, corta. La de Messi también. En enero afirmó en una entrevista a Jordi Évole que no va a decidir nada hasta final de temporada.
Muchos dicen que aunque el club va a la deriva, Messi tampoco es lo que era. Eso es a medias. Que Messi ya no decide partidos es un hecho. Que sigue siendo el mejor del equipo, también. Pero, ¿y qué hacer con él? ¿Compensa tratar de quedárselo sin que quiera estar, como se hizo en verano? ¿Fue la decisión correcta? ¿Qué debe hacer el nuevo presidente, intentar convencerle, o agradecerle los servicios prestados y despedirle como se merece? Casi todos intentarán lo primero, pero solo veo a uno capaz de, por lo menos, hacerle dudar: Joan Laporta.
La única forma de que Messi se lo piense es que vuelva a sentir a aquel club que maravilló al mundo entero con un histórico sextete que, aunque se ganó en el campo, comenzó en los despachos con la contratación de Guardiola. Venga quien venga, no se puede reconstruir un edificio derribado de la noche a la mañana pero Laporta, por lo menos, fue partícipe directo de la mejor etapa de Messi y del Barça.
Las elecciones a la presidencia blaugrana nunca fueron tan importantes por la labor de reconstrucción a la que necesita someterse la entidad. El presidente electo deberá hacer limpieza, pero también tratar de convencer a un astro argentino que quiere volver a brillar en casa.