Don José Luis Mendilibar. Un tipo sencillo, más propio del viejo fútbol, que viste en chándal. Un técnico con las ideas claras, sin grandes alardes, y que cumple con su cometido sin necesidad de vestir de etiqueta.
Un hombre campechano, sin redes sociales y ajeno a los charcos mediáticos, concentrado estrictamente en su labor como entrenador, esquivo a las excusas, broncas y demás numeritos. Un señor de los pies a la cabeza, forjado del barro a la élite, que ha escrito una de las historias románticas más bonitas e inesperadas de nuestro fútbol español.

A Mendilibar, que lleva toda la vida en esto del fútbol, lo trajeron para salvar a un Sevilla castigado por una pésima planificación en verano. Un equipo descompuesto, frágil y con falta de autocrítica, damnificado por su máximo estandarte en los despachos, Monchi, e inmerso en una situación de extrema urgencia a la que ni la propia entidad ni, por supuesto, su afición, estaban acostumbrados.
No funcionaron ni la prolongación de un ciclo ya quemado con Lopetegui, ni la contratación de un Sampaoli que sólo echó más leña al fuego. Ninguno de ellos, a pesar de tener más experiencia en la máxima élite (que no la élite, a secas), pudo dar con la tecla para desatascar a un Sevilla condenado a pelear por el descenso. Y menos mal que llegó él, José Luis Mendilibar.

En liga, alejó al equipo del descenso y lo salvó virtualmente, que es para lo que le ficharon, en apenas 3-4 jornadas. Objetivo cumplido.
En Europa, pleno. Sobrevivió a una ida del Manchester United en Old Trafford, y lo aniquiló en la vuelta; mereció ganar en Turín, y se lo quitaron por unos segundos de más, pero se repuso de nuevo en el Pizjuán; y en Budapest, contra todo un tipo engreído, macarra y desafiante al otro lado, dio una lección a todos aquellos que todavía dudaban de sus capacidades como inexperto para ganar a los que hasta entonces no habían perdido en este tipo de escenarios.

Mendilibar mantuvo la calma, se centró en el fútbol, y volvió a dar su mayor lección hasta el momento en su carrera, para completar el rescate de un Sevilla hundido que, gracias a él, el año que viene estará en la Champions y partiendo desde el bombo uno, por supuesto, con José Luis Mendilibar al frente.
No, a Mendilibar no lo han rescatado de los prados vascos. Mendilibar es el que ha rescatado. Mendilibar no es (era) menos que nadie por no haber entrenado en Europa hasta el momento, porque a la primera y única oportunidad que le han dado, lo ha bordado.

Mendilibar, por ir en chándal y no contar con un apodo sobrevalorado estilo ‘The Special One’, no está menos capacitado para hacer cosas importantes en grandes equipos.
José Luis Mendilibar, señoras y señores, ha demostrado que, tarde o temprano, las oportunidades llegan para el que trabaja y sabe esperar. Chapeau, Mendi.
Imagen principal: @SevillaFC.