Hace cuatro años se certificaba el descenso del Granada a Segunda División. Una ciudad que, cinco años antes, había cumplido su sueño de regresar a la élite del fútbol español casi cuatro décadas después. Quién les iba a decir que lo mejor estaba por llegar. El primer paso: erradicar el problema principal. A pesar de su importancia para sacar al Granada del infierno, la gestión de Quique Pina y los hermanos Pozzo supuso una carga para el club nazarí y sólo el descenso podía acabar con dicha relación.
Una vez en Segunda, cambio de propietario y el Granada volvía a respirar. El camino no fue sencillo: un primer año sin pena ni gloria para entrar en contacto con la categoría. Pero algo grande empezaba a coger forma. Lo único que le faltaba al equipo era una persona capaz de convertir la calidad de sus jugadores en resultados. Ese reto lo aceptó Diego Martínez. Tras 41 jornadas, el Granada lograba el ascenso y el técnico vigués se convirtió en el ‘chamán’ nazarí.
Lo que iba a ocurrir en la 2019/2020 —la temporada pasada— lo conocemos y disfrutamos todos los aficionados a este deporte. Es increíble que, a excepción de pequeñas modificaciones, el mismo bloque de Segunda mostrase tal nivel de juego, destacando la continuidad durante todo el año. Ni la falta de su jugador n.º 12 en la recta final inquietó la ilusión por cumplir un sueño.

Un grupo comprometido, con hambre y con una idea de juego clara que ensalzó la ciudad de la Alhambra con unas semifinales de Copa y el acceso a la fase previa de Europa League. Qué pena que la situación actual nos impidiese ver una bonita imagen entre equipo y afición.
Sin embargo, si alguien creía que esto acabaría en la mera hazaña de participar, estaba equivocado. El Granada posee un factor determinante: la alta competitividad de futbolistas y entrenador. A cada objetivo logrado le seguía uno nuevo que alcanzar. Y así ha sido hasta llegar a ‘El teatro de los sueños’. Quizás el mejor lugar para poner fin a una extraordinaria y memorable primera andadura por Europa. Eso sí, no hay duda de que con Los Cármenes a rebosar la eliminatoria hubiese transcurrido de forma distinta.
Por otro lado, aquí, en España, vencer al Granada se ha convertido en una tarea laboriosa. Tan es así que el Barcelona podría haberse dejado media liga ante los rojiblancos. Se quedaron con la miel en los labios en Copa del Rey, pero ahora celebran el asalto al Camp Nou. Un club que no se marca límites y disfruta del momento. No obstante, la temporada no ha acabado. La esperanza europea nazarí se mantiene aunque la situación no sea favorable.
Lo que ha conseguido el Granada en año y medio evidencia que el dinero no lo compra todo. La grandeza de este deporte radica en las hazañas de los modestos. Qué nunca les priven de escribir sus propias historias y alcanzar lo que se propongan.