Tras el parón de selecciones, Koeman afrontaba una semana crucial para el devenir de su equipo. Después de varios tropiezos en Liga y Champions y su famoso «es lo que hay», jugadores como Gavi o Busquets dieron un paso al frente con su selección demostrando que lo que hay en el Barça da para más. Eran varios los obstáculos que sortear durante la semana previa al partido contra el Real Madrid, comenzando por el encuentro liguero frente al Valencia.

Una liga sin margen de error:

El Camp Nou recibía después del parón de selecciones a un Barcelona necesitado de puntos para engancharse a la pelea por LaLiga y a un Valencia dispuesto a asaltar los puestos europeos con José Bordalás a los mandos.

Las dudas en la defensa azulgrana volvieron a hacer mella al inicio del partido, con un mal despeje de Jordi Alba que acabó en gol de Gayà. 0-1 para los valencianistas. La ventaja duró poco, ya que apareció al rescate de su equipo, como otras veces hacía Messi, un eléctrico Ansu Fati que no ha perdido su olfato goleador. Empate y vuelta a empezar.

A partir de ahí fue un partido de ida y vuelta en el que la balanza se decantó del lado blaugrana, con un penalti transformado por Memphis antes del descanso y un gol de Coutinho en el minuto 85 para engordar el resultado y darle a Agüero un debut sin presiones.

En líneas generales, el Barça hizo sus deberes en ataque, pero volvió a sembrar dudas en defensa. En rueda de prensa, al técnico holandés le faltó autocrítica, remarcando el buen hacer de su equipo frente a un rival de categoría.

Respecto al esquema, Koeman volvió al dibujo de tres centrales, con carrileros profundos y delanteros móviles. El experimento de poner a Dest como extremo sirvió para dar más velocidad a la banda derecha del ataque culé.

El encargado de hacer la cobertura fue Sergi Roberto, que pasó a formar parte de la línea defensiva junto a Piqué y Eric García. El esquema benefició a Jordi Alba, más liberado en ataque y a Busquets, más apoyado en los repliegues defensivos.

Ganar para seguir vivo:

La Champions, competición traicionera, planteaba la segunda prueba de fuego para el Barça. Todo lo que fuera una victoria significaba decirle adiós a la máxima competición europea. El Camp Nou recibía a un Dinamo de Kiev plantado en defensa y esperando las embestidas culés.

Repetía Dest como extremo en el mismo esquema que el partido anterior, con ligeras variaciones como Luuk de Jong, Lenglet y Mingueza. La insistencia dio sus frutos y Piqué consiguió cazar uno de los centros de Jordi Alba para poner el 1-0.

En la segunda parte, llegaba el turno de Ansu Fati y Coutinho, volviendo a un 4-3-3 más tradicional. El dominio culé imperaba y a punto estuvo Ansu Fati de hacer un golazo a media vuelta. Koeman se impacientaba a pesar de que los de Lucescu fueron poco ambiciosos, esperando que el Barça cometiera algún error en su intento de buscar el segundo gol.

A medida que pasaban los minutos, el equipo blaugrana parecía conformarse con el resultado corto con el que finalmente acabaron. Tres puntos y a esperar. Próxima parada, El Clásico.

Imagen principal: José Manuel Calviño.


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