Domingo de fútbol. Hoy puede decidirse todo. El desenlace de una temporada concentrado en dos horas de transistor. La jornada unificada a las 18:30 de esta misma tarde puede dejar las cosas más claras o alterarlas un poco más de cara al último asalto del próximo domingo. En cualquier caso, a esto le quedan siete días y creo que es momento de intentar hacer balance de lo que ha transmitido la campaña de este año.

La temporada ha estado marcada por la ausencia de público en las gradas hasta hoy, pues la Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia podrán contar con un máximo de 5.000 espectadores (o el 30% del aforo de su estadio) para alentar a sus jugadores en la última (y decisiva) jornada que estos equipos disputen en su feudo. Solo ellos, por estar a día de hoy en fase 1, pueden contar con este «privilegio» que ha tardado más de un año en llegar y que, cuando lo ha hecho, ha sido de forma desigual, chapucera e injusta. Esto, amigos, se llama adulterar una competición a falta de dos jornadas. Qué necesidad.

También, como no podía ser de otra manera, ha sido la temporada de nuestro querido VAR. Jugadas clave en cada encuentro que han decantado la balanza hacia un lado u otro y que, sin importar si fue en la primera jornada o la semana pasada, influye y mucho en la clasificación. Entiendo que el aficionado de cada club solo alce la voz cuando se siente perjudicado y calle cuando le favorezcan, pero creo que la losa es generalizada y afecta a todos.

También entiendo que las portadas de los principales diarios de este país clamen contra una acción dudosa en el encuentro entre Real Madrid y Sevilla (es decir, ni mucho menos clara) y ni mencionen otras acciones igual de graves que se suceden en cada encuentro, como el penalti pitado a Osasuna frente al Cádiz el pasado martes. Ya sabemos cómo funciona esto.

Por mi parte, no me cansaré de decirlo. El problema del VAR son los que están al frente, no la herramienta. El problema de los árbitros es que antes se podían equivocar (errores humanos) y ahora la justificación se reduce porque pueden ver la repetición. El problema del fútbol es que los que elaboran el reglamento e «imparten justicia» ni saben de fútbol ni lo han practicado.

No hay más que ver el lamentable nivel de arbitraje en España, una liga en la que pestañeas y te sacan tarjeta. Compárenlo con el criterio empleado en Europa, donde sí se puede decir que juegan a fútbol precisamente por eso, porque dejan jugar. Por ello, y no es casualidad, me gustaría ensalzar un nombre propio: Mateu Lahoz, el mejor árbitro español y el único que apuesta por jugar. La recompensa, dirigir la final de la Champions. Me alegro mucho por él.

Está a punto de terminar la temporada en la que se han puesto en peligro los principios de este deporte con la amenaza de la creación de una Superliga al grito de que «hay que salvar el fútbol». El moderno, supongo. Esta semana veía buceando por Twitter la previa de un CD Logroñés vs Rayo Vallecano de los años 90. Un trocito del viejo fútbol que muchos no hemos vivido y que los que sí dicen que era mejor.

Ahora tenemos lo que nos toca y como todo hay pros y contras, pero en cualquier caso espero que el fútbol siga manteniendo su esencia fundamental: la emoción de que a un partido todo puede pasar, y creo que si hay una jornada que simboliza esa montaña rusa de sensaciones es aquella en la que todo se juega a la vez, como las tardes de domingo de Minuto y Resultado que yo sí pude vivir. Es tarde de radio y emoción, un pedazo del viejo fútbol dentro del fútbol moderno, una especie de oasis al que los nostálgicos puede agarrarse. Disfrutemos.


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