Todos los clubes, y el fútbol en general, tienen fechas ilustres. En Cádiz existe un día que se guarda con gran recuerdo y que ha marcado la historia reciente del equipo: 18 de abril del 2016. 24 horas antes, el Cádiz, que por aquel entonces jugaba en Segunda B, pierde ante el filial del Almería y encadena una larga racha de resultados negativos. La irritación se palpaba entre los aficionados, con temor a quedarse a las puertas del ascenso otro año más. Tras muchas mentiras y contratiempos, habían dejado de creer. Pero la situación estaba a punto de cambiar.
La mañana del 18, el club cesa a Claudio Barragán, técnico del conjunto gaditano, y, dos horas después, anuncia al hombre que le ha proporcionado una personalidad a una entidad que, lastrada por los problemas de gestión, deambulaba por una categoría que no le correspondía. Él es Álvaro Cervera.
Nacido en Guinea Ecuatorial y de ascendencia cántabra, Cervera ha devuelto la ilusión a ‘la tacita de plata’. Porque, a pesar de todas las decepciones y obstáculos, Cádiz nunca abandonó a su equipo y no perdió la alegría y el sentido del humor que les caracteriza. Por ello, si los cadistas tienen mucho que agradecer a ‘el gafa’, él considera que es algo recíproco. Cervera ha encontrado su hogar. Disfruta de un grato ambiente que favorece su filosofía y hace de Cádiz el sitio donde mejor puede trabajar.
«Aquí soy feliz y tengo al equipo que quiero. No tengo ambición por entrenar a un equipo mejor ni por jugar la final de nada. Lo intentaré conseguir con el Cádiz, que sé que es complicado, pero no se me pasa por la cabeza irme del Cádiz”
Álvaro Cervera, en la rueda de prensa previa al Osasuna-Cádiz (10/05/21)
Bajo el lema «La Lucha No Se Negocia», Cádiz ha encontrado su religión y a su profeta. Quizás, en esta época del fútbol moderno en la que premia la posesión y el jugar bonito, no sea un estilo aceptado por gran parte de la comunidad y «aburre» a aquellos aficionados que, cada fin de semana, se dedican exclusivamente a ver a los grandes. Por cierto, una forma de plantear los partidos que, salvando distancias, Zidane ha empleado en citas importantes.
El fútbol es un deporte inmenso y en la diversidad de estilos lícitos radica su belleza. Cualquiera firmaría renunciar a la pelota y correr tres veces más para plantarle cara —e incluso vencer— a Madrid, Barcelona, Atleti o Sevilla.
Hace un mes, ESPN publicó un ranking de los ‘equipos más divertidos de ver’, basado en estadísticas y otros criterios subjetivos. Esa clasificación la abría el Cádiz como el equipo menos atractivo (0,4). Esto no es ninguna sorpresa, y menos para aquellos que hemos seguido toda su temporada. Si lo que deseas es disfrutar de 90 minutos de espectáculo con balón, está claro que eso no lo vas a encontrar con los de Cervera.
El Cádiz tiene muchísimas limitaciones y conoce bien qué es lo que debe y no debe hacer. El propio Cervera ha reconocido que le encantaría practicar un fútbol más ofensivo. Sin embargo, en el Ramón de Carranza la realidad se impone al deseo y, jugadores, cuerpo técnico y afición; creen que ese es el camino correcto. Lo demás carece de relevancia.

Ahora, con la permanencia matemática alcanzada a falta de cuatro jornadas, el Cádiz puede estar aún más orgulloso de haber creído en una filosofía cuyo crecimiento en cinco años es histórico en el club. No ha sido tarea sencilla. Si como dijo Cervera, en una entrevista para El País: «El fútbol de control-pase es infinitamente difícil», él ha desarrollado una idea de juego que tampoco está al alcance de todos.
Mantener la tensión durante los 90 minutos, defender en coral, cerrar líneas lejos del área, bascular sin perder la marca, saltar la presión cuando toca, realizar transiciones en tres toques y aprovechar el error del rival. Ni ellos mismos han podido conservar el más alto nivel en ciertos tramos de la competición. Es complicado encontrar un grupo con tal grado de implicación y con el ideario tan interiorizado.

Los dieron por descendidos en la primera jornada tras perder frente a Osasuna, pero a base de mucho trabajo y sacrificio han logrado el gran objetivo: Carranza verá de nuevo a su equipo en Primera y los jugadores gozarán del empuje de su afición. Como para no creer.