Febrero es sinónimo del inicio del tramo decisivo de la temporada en gran parte porque vuelve la Champions, esa competición que nos brinda los partidos de más alto nivel y con mayor morbo que se pueden ver en el planeta.

La ansiada orejona para muchos que sólo un selecto grupo atesora, con el Real Madrid en el Olimpio de la gloría europea, nos deja enfrentamientos legendarios que mitifican la magia de este deporte y ensalzan la atracción del juego más mediático del mundo elevado a su maxima expresión.

La eliminatoria entre el Paris Saint Germain y el Real Madrid es el ejemplo inmejorable de una eclosión estelar sobre el campo con tintes de morbo por cada costado.

Si el duelo más esperado provoca adrenalina sólo con la pronunciación de los nombres propios que encabezan este partido, la forma en la que se dirimió el sorteo de los octavos de final de la competición de clubes más importantes del mundo adelantó lo que estaba por venir.

“A technical problem with the software”, rezó la justificación de la UEFA tras el primer infame sorteo de mediados de diciembre que enfrentó a equipos que no se podían cruzar, lo cual obligó a la repetición del azar con el que algunos clubes respiraron aliviados y otros, simplemente, clamaron contra el cielo.

El destino, caprichoso por naturaleza, quería un choque de titanes elevado a su máximo esplendor con varios reencuentros, e incluso anticipos de lo que está por venir en clave fichajes, para abrir boca con un plato principal directamente.

Juzguen ustedes mismos qué vínculo les pone más: Sergio Ramos (baja para esta noche, posible regreso al Bernabéu) enfrentándose al club de su vida (más otros cara a cara como Di María, Keylor Navas o Achraf); Messi, emblema del FC Barcelona, en frente de una de sus víctimas favoritas; Neymar, el eterno nombre en la lista de deseables de Florentino; y Mbappé, el futurible, el elegido para liderar la próxima década y dotar de esplendor con sus actuaciones la inauguración del nuevo Bernabéu. Una operación galáctica en toda regla.

El cruce entre el histórico grandioso y el artificial aspirante de los petrodólares representa la lucha por el actual trono mundial del fútbol y supone la confluencia de una batalla táctica en el campo, una colisión de las estrellas más cotizadas y, por encima de todo, una explosión de morbo por ver no sólo quién se lo lleva y la posterior repercusión o incluso represalia, sino cuál de todos los participantes protagonizará la acción decisiva que haga saltar todo por los aires.

El fútbol es un deporte inexplicable con sentimientos encontrados, y el duelo entre el PSG y el Real Madrid alimentará aún más el factor emocional de una eliminatoria que apunta a ser épica.

Imagen principal: Edit José Manuel Calviño.


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