Como cada semana en ELXIIDEAL, repasamos los acontecimientos más importantes que nos ha deparado la jornada de LaLiga EA Sports en nuestra sección: La Prórroga de LaLiga. La cuarta jornada ha regalado al espectador héroes inesperados, regresos a casa o minutos alocados que han levantado de sus asientos a todos los seguidores del fútbol español.

El héroe que hizo todo mal:
Almería y Celta se medían en el Power Horse Stadium con la obligación de ganar tras sólo sumar un punto de los nueve posibles. Arrancaba de maravilla el conjunto de Rafa Benítez y se iría al descanso con un 0-2. Los goles de Unai Núñez y Strand Larsen otorgaban a los vigueses una ventaja merecida.
El 5-2-3 del técnico madrileño secó a los pupilos de Vicente Moreno, pero el descanso lo cambió todo. La entrada de Sergio Arribas, junto al desparpajo de Ramazzani (firmó ocho regates en el choque), permitió a los almerienses empatar con los goles de Akieme y del canterano del Real Madrid, que prosigue su rumbo al objetivo que se impuso de 10 goles.
Era el minuto 70 y Rafa Benítez movió el banquillo introduciendo a Williot Swedberg. El partido estaba destinado al empate, pero un centro de Manu Sánchez fue rematado por el mediapunta sueco de 19 años. Primer tanto de Williot en LaLiga para que el Celta sume su primera victoria en su centenario.

Llegó el pitido final y en la cuenta del Celta se captó la celebración de tres amigos: Swedberg, Larsen y De La Torre. Lo curioso fueron las palabras que dedicó el estadounidense: «Pierde 15 balones y marca un gol. ¡¿Cómo?!». Y tenía razón el bueno de Luca De La Torre, porque el partido de Swedberg fue, a pesar del gol, desastroso.
Los datos muestran que sus 15 toques no fueron los más efectivos. Casi la mitad de las ocasiones (seis), el sueco perdió el balón y se le veía con un ritmo e intensidad muy inferior al resto. Pero, como en buena película de superhéroes, el protagonista debe superar las adversidades y, aunque todo le salga mal, salvar a los suyos al final de día. En definitiva, debemos darle la razón a De La Torre, porque es inexplicable que Williot fuese el salvador del Celta.
Mendizorroza y los minutos de la locura:
Siempre se dice que un partido de 90 minutos tiene varios encuentros dentro del mismo. Dominio por parte de uno, del otro, momentos de un bloque bajo o de una presión asfixiante son algunos de esos ‘mini-partidos’ que tenemos dentro de cada choque.
En esta cuarta jornada, hemos vivido un microencuentro de cinco minutos con un guion digno de Óscar. Como protagonistas, tuvimos a Mamardashvili y Kike García, y el escenario fue Mendizorroza. Todo empezaba en el minuto tres con un error de concentración de Diakhaby, habitual cuando se sitúa de central, que aprovechó el incombustible Luis Rioja provocando el derribo del guardameta georgiano.
El colegiado del encuentro, Pablo González Fuertes, señaló los once metros. Frente a frente, como Stephen Mcnally y James Stewart en el western ‘Winchester 73’, se hallaban Mamardashvili y Kike García. El pistolero de Montilla de Palancar ejecutó su disparo a su izquierda, pero no engañó al meta del Valencia que detuvo la pena máxima.

El juego seguía su curso, pero el árbitro se llevó su mano a la oreja y mandó repetir el lanzamiento. El motivo, que Diego López entró en el área momentos previos al chut. Y ahí estaban de nuevo, mismo lugar, mismos contrincantes y mismo resultado. Mamardashvili se hizo gigante de nuevo y volvió a ganarle el duelo a Kike García.
Por si fuese poca esta psicosis del comienzo, la vida le tenía guardada una redención a Kike García. Un minuto después de errar su segundo penalti, el ex delantero de Eibar y Osasuna molestó lo justo a Cenk en un centro de Rubén Duarte, y el central turco introdujo el balón en su propia portería.
No habría más goles en Mendizorroza, en parte gracias a un Antonio Sivera colosal ante Diego López, y el Alavés de Luis García celebraría su segunda victoria del curso. Un triunfo cimentado durante un vendaval de demencia que sacudió el estadio de los babazorros y, finalmente, sonrió a los locales.
Como en casa, en ningún sitio:
Siempre se dice que uno debe volver a casa para ser feliz. Y el fútbol es un ejemplo perfecto de que una gran cantidad de jugadores necesitan el cobijo del hogar para despertar su juego. Ha habido numerosos casos a lo largo de los años y Cristian Portugués es el último de ellos.
El extremo murciano abandonó la disciplina gerundense en el verano de 2019 rumbo a la Real Sociedad. En Donostia disfrutaron del juego de Portu, que firmó 15 goles en LaLiga en sus dos primeros cursos. A partir del tercero, el jugador de Beniel pasó a un segundo plano, lo que provocó que la pasada temporada cambiase el País Vasco por Madrid, más concretamente a Getafe.
En el conjunto madrileño, Portu no desplegó un rendimiento similar. El carácter defensivo del conjunto del sur de Madrid no casaba con la explosividad del murciano. Tras una temporada allí, el técnico del Getafe, José Bordalás, tenía otras opciones preferidas por delante del canterano del Valencia, lo que provocó una salida de Portu.

El equipo que lo socorrió fue un viejo conocido, el Girona. Allí, el extremo estuvo tres temporadas (una en LaLiga Hypermotion y dos en LaLiga EASports), donde sumó 28 goles, 20 de ellos en la división de honor del fútbol español, y fue uno de los héroes del ascenso.
Este fin de semana ante Las Palmas, el Girona estaba bloqueado en ataque. El equipo de Míchel no era capaz de decantar el partido a su favor y necesitaba un revulsivo. El técnico madrileño le dio la a Portu, que regresaba a Montilivi, y este respondería a la confianza de su entrenador.
Corría el minuto 88 de partido y un centro de Yan Couto fue rematado por Portu que colocaba el 1-0 en el electrónico. El Girona se haría con el partido y lograría la tercera victoria en cuatro partidos y llega al parón de selecciones en segunda posición con 10 puntos. Un regreso inmejorable para un Portu que volvió a casa por todo lo alto.
El metrónomo del Barça: De Jong
El metrónomo es un aparato utilizado para indicar el tempo o pulso de las composiciones musicales. Y el fútbol es similar a la música. Todos los jugadores forman parte de una partitura que se debe tocar cuidadosamente para que no falle ni la más mínima nota.
Esto obliga a que todos los equipos posean en sus filas un metrónomo, una figura que marque el ritmo del juego. En el caso del Barça, el encargado de cuidar el tempo del equipo ha sido Sergio Busquets. La salida del capitán este verano, eje central del engranaje del centro del campo azulgrana durante la última década, ha dejado vacío ese hueco.
El encargado de heredar la función de ‘Busi’ ha sido Frenkie De Jong. El holandés, en una posición más de interior que de pivote, es la manija del equipo de Xavi Hernández, el futbolista por el que pasa todo el juego del conjunto catalán. El internacional por la ‘Oranje’ ha demostrado la personalidad suficiente para llenar un vacío casi imposible de asumir.

En una plaza tan complicada como El Sadar, el neerlandés fue el mejor futbolista de los culés. El ex del Ajax fue el más activo del Barcelona ante el Osasuna, y eso lo demuestran sus 135 toques en el partido, el que más balón tuvo en todo el encuentro. Además, tuvo un excelente 93% en pases (107/115) y estrelló un balón en el palo.
Para redondear su actuación, De Jong colocó un balón medido a la espalda de la zaga pamplonica que recogería Lewandowski. Esa jugada acabaría en penalti de Catena sobre el ariete polaco, que sería el encargado de transformar el 1-2 definitivo.
Al acabar el choque, LaLiga anunció que Frenkie De Jong había sido elegido como el MVP del partido. Otra gran actuación de Frenkie que, tras estar en la rampa de salida la temporada pasada, está siendo el gran nombre del Barça en este arranque de curso. Un metrónomo que funciona y que mantiene el ritmo de la melodía blaugrana.
Imagen principal: Edit Pablo Benítez.