El regate es la máxima expresión del buen fútbol. Un gesto técnico propio del espectáculo que demandan los fans de este deporte y una habilidad que casi ninguno de los que se encuentran en el terreno de juego tiene. O quizá muchos no se atreven.El fútbol, como la vida, son tendencias, modas, etapas. Muchas de ellas crónicas, como la mutación hacia un fútbol más conservador en nuestro campeonato.
También lo es la falta de atrevimiento, de desborde, en muchos jugadores. Por eso cada vez se valoran más aquellos que se desmarcan de esta transición, de los que escapan la norma y anteponen el quiebro para sentar al rival y superar líneas frente a la obsesión por el rigor táctico para que no te pillen a la contra.
Neymar es el rey del regate, pero conviene diferenciar el uso que se le da al dribbling, lo que se saca en limpio, y hacer cuentas de si el riesgo es rentable. El brasileño se ha vuelto a lesionar a las puertas de unos octavos de final de la Champions, o lo que es lo mismo, del momento cumbre de la temporada. Es la tercera vez que esto sucede desde que se trasladó a París hace cuatro años, y lo cierto es que no es casualidad.
Neymar, al igual que los pocos regateadores natos que quedan, es propenso a lesionarse por una sencilla razón, porque mantiene mucho rato el balón en sus pies, demasiado. Atrae rivales, los invita a la entrada, les reta con sus filigranas. El resultado es que se lleva todos los palos.

El cúmulo de contratiempos en el brasileño no tiene absolutamente nada que ver con su presunta falta de profesionalidad de la que se le ha acusado estos días. Es simplemente un estilo de juego tan lícito como otros que, por su exposición, atrae el riesgo.
Ahora bien, depende de qué uso se le dé al regate. No es lo mismo encarar a un rival dentro del área o en campo contrario con el objetivo de progresar, de romper líneas para alcanzar la meta rival, que hacer una lambretta en el centro del campo con el partido resuelto y sin ningún propósito en incidir en el juego más allá de acaparar los focos. Neymar es de los dos tipos y, como es no va a cambiar, las lesiones van a continuar.
El regate es caro porque cuesta millones, porque potencia tu parcela ofensiva para vencer los partidos, y porque hace enloquecer a los fans más superficiales que solo quieren el highlight y la camiseta. Más caro es aún si, como en el caso de Neymar, no se sabe gestionar bien, se abusa de él y tu entrenador, a sabiendas de los precedentes con tu figura en estas fechas tan señaladas, te alinea en un partido de un torneo menor a las puertas del partido de la temporada. Yo ni le hubiese convocado, pero no solo pierde el PSG en esto. Pierde el fútbol.