Es oficial lo que para muchos debe ser una buena noticia y para unos pocos resulta una «traición». Isco es nuevo jugador del Sevilla, o lo que es lo mismo, vuelve a ser futbolista. Al menos eso es lo que pretende conseguir su mayor valedor, Julen Lopetegui.

A sus 30 años de edad, y a las puertas del final de su carrera, Isco no ha explotado para nada todo el potencial que atesora, aunque jugar en el club más laureado de la historia le haya hecho coleccionar títulos por un tubo a pesar de tener un papel secundario en la mayoría de ellos. A todos nos debería de doler un poco que su fútbol delicatessen no se haya mostrado con regularidad cada fin de semana. A él el que más.
Calidad innata de clásico jugón de origen nacional, la carrera de Isco ha estado marcada por un declive demasiado prolongado en el tiempo que, salvo pequeños flashes de momentos icónicos contados, nunca ha terminado de despegar por la falta de constancia en su rendimiento. Porque todos sabemos que Isco es el heredero incompleto de Iniesta.
Con su eclosión europea a manos de su Málaga y el salto al selecto club de las estrellas, a Isco se le fue apagando el brillo ante otros jugadores a su lado de la misma calidad, sí, pero mayor deseo por instalarse en el olimpo futbolístico y no solo pasar por él.
Porque la exigencia diaria de este deporte no permite medias tintas y está demostrado que el que no exprime al máximo todo lo que tiene y tan solo se limita a ofrecerlo cuando y como quiere, está condenado a caer en el destierro de la larga lista de genios caprichosos que se creen que pueden canjear destellos de calidad por el sudor que el actual fútbol de élite demanda sin cesar.
Isco siempre será un ejemplo claro de lo que pudo ser y no fue, y esto ya es irreversible. No obstante, todavía puede maquillar el final de su travesía por el desierto bajo el calor de un admirador total de su fútbol y gran artífice del prime de su juego cuando España tenía forma de segunda estrella en el pecho. Con Lopetegui, Isco volverá a disfrutar con el balón y surtirá de creatividad a un equipo que necesita a un jugador como él para no caerse del podio doméstico.

Ahora los hay quienes reprochan a Isco una supuesta traición por firmar por un club enemigo social del de su corazón. Sólo por tratar de agarrarse a la última posibilidad de probar la sensación de competir al máximo nivel mientras da tiempo a su equipo a escapar de un pozo que a Isco no le corresponde antes de estar en condiciones de regresar a casa. Tan ridículo como aquellos que se lanzaron a recordar que su perro se llamaba Messi cuando fichó por el Madrid.
Lo importante es que ahora Isco va a estar en un ecosistema óptimo para volver a acercarse a su mejor nivel. Y ojalá lo consiga.
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