¿Quién podía imaginar en la Tacita de Plata que el Cádiz iba a vivir tal vaivén deportivo e institucional 10 meses después de salvar la categoría holgadamente? Quizá lo único que se pudo predecir era el incremento de la dificultad para alcanzar el objetivo de la permanencia. No obstante, tanto el club como ‘la banda’ de Álvaro Cervera navegaron a la deriva demasiado tiempo.
Poco tiene que ver el Cádiz a estas alturas con aquella feliz comunión equipo-afición que inició la temporada emocionada por el reencuentro en Primera y que, un tiempo después, fue envuelta por la división en la fe de la religión que hace casi 6 años reintegró la ilusión.
El adiós de Cervera y la intolerable gestión deportiva:
Se dice que en la vida todo tiene siempre un fin, pero a veces pensamos que el fútbol sigue otras reglas y hay relaciones que son eternas. Esto creía un servidor de Álvaro Cervera y el Cádiz Club de Fútbol. Cervera construyó más que un proyecto deportivo. Instauró una filosofía que, lejos del fútbol moderno, con humildad y trabajo devolvió 111 años de historia a la máxima división.
Todo un premio para un grupo de «locos incomprendidos» que nunca dejaron solo a su equipo y que mantienen la esencia del mismo a pesar de que algunos traten de erosionarla.
Sin embargo, la memoria en el fútbol no perdura e incluso, en ocasiones, es corta. Cuando unos olvidan el camino recorrido y para otros imperan los resultados y los intereses propios, quien sufre las consecuencias es el profeta. Una decisión más de los principales culpables de haber llevado al Cádiz a esta situación extrema.
Esos que ponen de manifiesto el milagro que obró Cervera la pasada campaña y que, incapaces de realizar su trabajo en el momento que tocaba (verano), miran por su propio ombligo y actúan tarde y de forma soberbia. A lo mejor sí necesitaban la figura de un director deportivo y no tanto marketing vacío que lastima al Cádiz y su afición.
La llegada de Sergio González y el cambio de estilo:
Si para cualquier futbolista no es sencillo ir a un equipo en descenso, la decisión de ocupar el banquillo del Carranza —y no Nuevo Mirandilla— resultaba muy complicada; más aún con las circunstancias patentes: separación total entre afición y presidente, falta de motivación en parte de la plantilla, pérdida de identidad y el legado de Cervera.
Entrenar al Cádiz parecía antojar un despido exprés. Ahora, la realidad era que el submarino amarillo naufragó varias jornadas por los campos de la liga. El reflejo de los jugadores expresaba un vestuario tocado y que requería un nuevo estímulo para revertir esta grave crisis.
Sergio González asumió el reto. El extécnico del Valladolid mostró ganas y cero nerviosismo desde un principio. Además, supo manejar las cambiantes emociones de los jugadores y los aficionados. Habla bien de su staff, puesto que controlar este factor es vital en estas condiciones de trabajo.
Asimismo, y más importante, otorgó al equipo su propio estilo de juego, aunque respetando lo elaborado por Álvaro Cervera. Con paciencia ha logrado interiorizar en sus hombres varias ideas distintas a lo practicado anteriormente: presión alta en campo contrario para recuperar rápido la posesión, preferencia por la salida limpia de balón, circulación veloz por dentro, laterales/carrileros amplios y participativos en la elaboración…
Nociones que han dado una nueva identidad al Cádiz, sí; pero ¿y qué ocurre con los puntos? Si bien es cierto que el equipo tiene otro aire, los resultados no llegan y el ‘joga bonito’ no suma en la clasificación. Para ganar es fundamental demostrar mucho más que un buen trato de la pelota, hace falta afán, hambre y riesgo; aquello que tarde o temprano trae su recompensa.
Y, tras varias jornadas, la conclusión es que la plantilla carece de ello por exceso de inestabilidad. Este vestuario precisa de una victoria cuanto antes, pero el tiempo se agota. No existen dudas en torno a las capacidades técnicas de cada pieza. En cambio, es imprescindible que remen en la misma dirección o que exhiban el mismo alma competitiva.
En sus botas está conseguir la salvación o, al menos, que el intento llene de orgullo a la afición.
Cádiz, unión y esperanza hasta el final:
Como cierre, el mensaje debe quedar claro en ambas partes. Al consistir en un análisis general, también se han hecho cosas mal en la grada. Uno es del Cádiz Club de Fútbol, no del ‘X Team’. Pese al desacuerdo con el indignante cúmulo de acciones por parte de la directiva, nunca se abandona al equipo. Por otro lado, ¿se ha olvidado la etapa pre-Cervera? La identidad de este club está definida por unos valores que no se pueden perder.
Por último, las adversidades y el sufrimiento siempre han rodeado al Cádiz, se hereda de generación en generación. Por tanto, mientras que las matemáticas no dicten sentencia, la afición del Cádiz se ha ganado el derecho a pelear su lugar en Primera. ‘La Lucha No Se Negocia’ es un lema que implica a los cadistas. Con el apoyo incondicional este equipo todavía tiene mucha cuerda.
Unión y esperanza hasta el final.
Imagen principal: Twitter @Cadiz_CF.