A veces un proyecto entero se tambalea y todo parece peligrar, pero de repente aparece la magia de aquellos que marcan la diferencia, y salvan los muebles en el último suspiro cuando todo parecía perdido. Eso es lo que le pasó al PSG, que volvió a revivir cuando ya estaba muerto. Para eso tiene a dos cracks mundiales de la talla de Neymar y Mbappé, y para eso cobran lo que cobran. Aparecieron justo a tiempo.

El Atalanta llegaba a estos cuartos de final como la cenicienta, un equipo revelación que cada vez se consolida más en la élite europea después de haber logrado la clasificación para la Champions League por segundo año consecutivo, pero que murió en la orilla cuando ya relamía el sabor de la victoria en sus labios.

Los de Gasperini hicieron un partido sin complejos, en busca de un juego atractivo en ataque en la primera parte mientras pudieron que les valió para ponerse por delante gracias a un golazo de Pasalic a la media hora de encuentro, pero obligados a resguardarse atrás en la segunda ante las embestidas de las estrellas del jeque en busca de su ansiado premio. 

Con un centro del campo inexistente en el cuadro de Tuchel y un Mbappé aguardando desde el banquillo para rescatar a su equipo, Neymar tomó la iniciativa y bajó a la zona de creación para agitar a la defensa italiana, hasta tal punto de volverla loca, pero fallando todos sus intentos delante de la portería de Sportiello.  

El Atalanta aguantó en la segunda parte como pudo, mermado físicamente y resguardado en la cueva esperando el pitido final, pero los jugadores desequilibrantes se cuentan con los dedos de una mano, y el PSG tiene a dos. Neymar y Mbappé inventaron dos genialidades justo a tiempo para servir en bandeja los goles de la remontada a Marquinhos y Choupo-Moting, asestar un golpe mortal a los italianos, y mantener vivo el sueño de la Champions a costa de acabar con el de Bérgamo. El París Saint-Germain ya espera al Leipzig o al Atlético en semifinales. 

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