El Sevilla FC camina sin rumbo una temporada más. Da igual quién esté en el banquillo o al frente de la «planificación deportiva». La mediocridad ya se ha instalado desde hace mucho tiempo en una entidad demasiado mal gestionada. Pero la culpa era de Mendilibar.

Muchos pensaban que la temporada del Sevilla del año pasado fue un accidente con final feliz gracias a un tipo sortudo que arregló el panorama a última hora. Sin embargo, la historia se vuelve a repetir en el presente curso, ya sin el talismán que salvó los muebles en el banquillo.
De Mendilibar, artífice del maquillaje aplicado a la pésima administración del club hispalense, se llegó a decir (y el tiempo ha demostrado que así era), que fue renovado por ganar la Europa League, pues no existía confianza alguna en él para liderar un proyecto a largo plazo. Que era un parche, vaya.

Sin embargo, parece ser que ya sin ‘Mendi’ como entrenador, pero con la misma plantilla precaria que él sí supo liderar hacia un nuevo título europeo y, de paso, hacia una salvación holgada, que es para lo único que le contrataron, los problemas deportivos del Sevilla persisten en el tiempo.
El equipo no se despega de la parte baja de la tabla, colecciona ridículos en Champions avergonzando al fútbol español con actuaciones paupérrimas como la del Emirates ante el Arsenal, y permanece estancado en el plano institucional con José María del Nido llamando a la puerta para volver a coger las riendas del club.

Mientras tanto Diego Alonso, ya tras un mes al frente del Sevilla, acumula la friolera cifra de cero triunfos entre liga y Champions en los seis partidos que ha dirigido en estas dos competiciones, a excepción de la victoria ante el Quintanar en Copa. En otras palabras, el Sevilla no le gana a nadie.
Veo a la gente demasiado confiada, el primero Víctor Orta, en construir un proyecto a largo plazo y en que este técnico consiga revertir la situación de un Sevilla igual de mermado que hace un año, como si no se hubiese aprendido de los errores del pasado.

Y todavía me sorprende aún más esta confianza ciega en la figura de Diego Alonso, cuyo último trabajo data del pasado Mundial de Qatar al frente de la Selección de Uruguay, con la que ni siquiera logró pasar de la fase de grupos.
Supongo (espero) que, con el tiempo, y con el equipo hispalense inmerso en la misma crisis que la de hace un año, se valore (por fin) la figura de un entrenador considerado «de perfil bajo» como Mendilibar pero que, de momento, ha sido el único entrenador que ha pasado recientemente por el banquillo y que ha logrado estabilizar el rumbo deportivo haciendo grande de nuevo al Sevilla, aunque fuera sólo por unos meses.
Desde luego, lo que hizo no estaba al alcance de cualquiera, pero la culpa era de Mendilibar, y había que echarlo.
Imagen principal: @SevillaFC.