El Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone ha tocado fondo tras una década asentado en la élite. Ha perdido el rumbo y la identidad que le hizo grande. Ha dejado de ser ese equipo feo pero ganador. Ha comenzado una caída libre sin frenos hacia la más absoluta nada.

La eliminación de la fase de grupos de la competición maldita, la de los detalles, en un emparejamiento más que favorable, casi nivel de Europa League, ha sido la gota que ha colmado el vaso. La prueba de que este equipo ya no compite como antes. La confirmación de que Simeone ha perdido el control.

El Atlético de Madrid ha pagado en octubre los múltiples errores desde todas las esferas del club de una entidad que lleva demasiado tiempo mal gestionada, precisamente, en el mejor momento deportivo de su historia. Porque Simeone ha llevado al Atlético a lo más alto y él, por su «cabeza dura», es el que va camino de destruir su propia obra, eternamente maltratada por sus dirigentes.

El Atlético ya no es reconocible ni en el campo ni en su forma. El Atlético ya solo se limita a vagar por el mínimo viable de cumplir con el objetivo marcado desde la llegada del técnico argentino, clasificar para Champions, porque ya no le da para más. Porque así lo han querido.

El Atlético tiene múltiples carencias técnicas en su plantilla, sujetas a ser aún más grandes (y graves) en base a un presupuesto trazado en torno a estar entre los 16 mejores equipos de Europa, y ahora incumplido, pero con un ‘menino de oro’ en el banco que costó 120 kilos y que ahora mismo es un puro desperdicio de talento. Desde dentro ya advierten de que habrá que malvender en enero, porque las cuentas no cuadran. La misma historia de siempre.

El Atlético ha convertido su escudo en un logo, ha dejado atrás el aura del Calderón y juega igual de torcido que las rayas de su camiseta, pero sobre todo ha pecado en exceso de ir de grande cuando hay muchos otros equipos que siempre lo han sido. Porque el Atlético nunca ha ganado nada sin los mandamientos de Simeone, trabajo y más trabajo. Porque sin eso, el Atlético pierde contra cualquiera.

La prematura eliminación de esta fase de grupos en Champions es el mayor FRACASO de la década de Simeone en el Atlético. De largo. Sin excusas. Y ahora, con una temporada (casi) entera e incierta por delante, es el momento de reflexionar sobre todo en lo que se ha fallado. Sobre cuándo se perdió el rumbo, y sobre si es posible recuperarlo en algún momento.

Para mí Simeone ha cumplido un ciclo en el Atlético de Madrid. Ya ha dado todo lo que podía dar multiplicado al cuadrado, con la única espinita de no haber logrado lo único que le ha faltado para terminar de completar un currículum envidiable, a la altura de los más grandes. Y me temo que por mucho que él insista, difícilmente va a poder conseguirlo en este club.

La nueva hoja de ruta del Atlético es clara, salvar la temporada con su mínimo viable anual, y trabajar en parecerse a lo que algún día fue. A partir de ahí, que Simeone decida. Se lo ha ganado.

Eso sí, estando de acuerdo en que ha llegado el momento de separar caminos, me da que cuando él se vaya la gente empezará a darse cuenta de lo difícil que es lo que ha logrado y a echar de menos estos «fracasos de élite», porque que a nadie se le olvide que todo lo que ha logrado el Atlético en estos últimos años es única y exclusivamente gracias a Simeone.

Estoy convencido de que todo lo que venga después del técnico argentino será peor, pero creo que los síntomas de desgaste con Simeone son evidentes desde hace tiempo. El Atlético ha vivido con él por encima de sus posibilidades y ahora ya ha alcanzado su punto de no retorno.

Imagen principal: @Atleti.


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