Tradicionalmente al Atlético se le atragantan los partidos en los que el rival le cede la iniciativa y le espera en su campo con las líneas muy juntas. Emery lo sabía y aprendió de la debacle del Camp Nou para no tropezar con la misma piedra. Y le funcionó.
Con la baja de Coquelin y el flojo estado de forma de Parejo en lo que va de campeonato, el técnico vasco apostó por recuperar un 4-3-3 con Iborra de ancla para arropar al exvalencianista y a Trigueros en los interiores. Equipo compacto, presión elevada, y desgaste físico de todos sus hombres: resultado, el Atlético sin ideas, completamente aturdido.
Mario Gaspar se encargó de sujetar a Joao Félix, y vaya si lo hizo: el portugués estuvo desaparecido todo el encuentro. Por su parte, Gerard Moreno mostró la enorme calidad que atesora cada vez que bajaba para sacar el balón, puro oxígeno para el submarino. Si a eso le sumas su ayuda defensiva, el partido del delantero español es excepcional.
El Cholo tardó otra vez en mover el banquillo, preso de su ADN conservador. Los tres cambios de una tacada apenas variaron el guion y el Atlético se volvió a ver abocado a un nuevo empate a cero que le resta fuelle en la pelea por el título.