Es evidente que el Cholo Simeone está atravesando su peor momento como entrenador del Atlético de Madrid. El equipo está sumergido en una crisis deportiva sin precedentes desde la llegada del argentino y, lo menos alentador, es que no hay una respuesta clara de cómo cortar la hemorragia.
El Atlético, hasta la llegada de Simeone hace 10 años, era un club grande en España, siempre detrás de Real Madrid y Barcelona, con cierta presencia en Europa. Como dijo el propio técnico, era un equipo aguerrido, rápido y contragolpeador que, bajo sus órdenes, moldeó hasta la excelencia.
En tiempo récord revirtió la precaria situación que se encontró con aroma a pelea por evitar el descenso, y sacó de la UCI a un herido grave que transportó primero a Bucarest, y un año después a ganar a la bestia invencible en el Bernabéu. Algo había cambiado.
Simeone logró lo impensable y ganó la liga a los dos gigantes, en pleno prime de Messi y Cristiano, con una frase básica a la par que realista, y con un gen competitivo que le hacía ganar cada ‘partido a partido’ por inercia fortificando desde la base y derrumbando a cabezazos.
Aquel hito lo culminó en Neptuno pronunciando un lema de vida: «Si se cree, y se trabaja, se puede». El equipo del pueblo, al que todos molestaba, se había atrevido a cuestionar el duopolio intocable. De aquel enfermo, de aquel ‘Pupas’, ya no quedaba nada.
El Atlético se acostumbró a ganar, a pelear por la Champions y a crecer como club de forma exponencial y a un ritmo imparable. Ahora los mejores querían vestir la Rojiblanca. Pero lo hizo con un estilo, y un discurso prolongado en toda una década, que los de fuera criticaban hasta la saciedad por esperar que el Cholo y sus jugadores cayesen en la trampa de creer que el poderío histórico se desprecia como si nada.
El Atlético jugaba feo, defendía bien, no encajaba ni a tiros, marcaba la que tenía, y molestaba a todos porque era una máquina de ganar, ganar y volver a ganar imparable que, con los pies en el suelo, sabía que el único camino para proteger al pueblo, era el del sacrificio, silencio y trabajo. Ahí están los resultados, aunque fuesen 1-0.
Con la llegada de cracks mundiales, de jugadores con más toque que garra, al Cholo se le presentó la encrucijada más difícil de resolver, sobre todo porque, paradójicamente, había sido fruto de sus logros: cómo amoldar el talento cristalino que antes jugaba en los mejores a la causa del sacrificio propio para estar a la par que los grandes. Con un cambio radical de estilo, que no de mentalidad, lo volvió a hacer: otra liga con un medio distinto.
Ahora bien, la presente temporada, desde el inicio, muestra a las claras que el Atlético ha perdido su razón de ser en medio de un mar de dudas en el que el Cholo no sabe cómo volver a lo de antes, a ganar, ya sea con la fórmula de 2014 o la de 2021.
Quiere recuperar la solidez defensiva, pero los guardianes caen como moscas. Quiere volver a despuntar en ataque, no hay fluidez. Quiere volver a ser el equipo del pueblo, pero ha dejado de serlo cuando se ha creído que es el Madrid y el Barça, tal y como muchos pedían porque sabían que así caería.
El Atlético y Simeone, su historia, están en proceso de descomposición por pensar que con todo lo logrado en una década se puede desmontar el engranaje que le ha llevado hasta aquí para convertirse en algo que no es. «Hay cosas que no se pueden esconder…» y el bache de los resultados es solo el síntoma de un problema mucho más grave: el Atleti ha perdido su identidad y no volverá a competir hasta que la recupere.
Imagen principal: Twitter @Atleti.