En el fútbol, al menos sobre el verde, lo que importa es ganar. Y para conseguirlo vale todo mientras se encuentre amparado por el reglamento. Todo. Lo táctico, lo mental, lo físico, la preparación, el talento, la afición, el fútbol champagne, el conservador, el prehistórico y el moderno. Todo. También el léxico.
Venimos de cerrar una semana intensa en la que se han dirimido los cuartos de final de la Champions League y, por encima de todo, el ya clásico duelo entre lo que muchos identifican como ‘el bien y el mal del fútbol’, o lo que es lo mismo: Guardiola y Simeone, o quizá Simeone y Guardiola, porque claro, en ocasiones el bien y el mal pueden distorsionarse. No se olviden de que «el pez por la boca muere». Aunque lo que importa es ganar.
La victoria de Guardiola sobre Simeone, del Manchester City sobre el Atlético de Madrid, ha desembocado en debates interminables y trifulcas dialécticas varias que estaban casi guionizadas desde que se celebró el emparejamiento. Porque sí, porque estaba a huevo y porque es difícil pensar en dos mejores representantes de lo que es ganar con estilos tan antagónicos.
No era difícil de prever que el Atlético saldría a defender con todo en el Etihad para llegar con vida al Metropolitano. Y se montó un escándalo por jugar con un 5-5-0. Como si eso estuviera prohibido.
Tampoco era mucho más complicado pensar que, después del 1-0 del primer asalto, el Atlético esperaría al último cuarto de la eliminatoria para soltarse la melena minimizando riesgos con el reloj si conseguía la igualada que finalmente no llegó. Para además, y esto sí para sorpresa de muchos, igualar con fútbol el supuesto buenismo ejemplar.
Entre medias, con un término que puede parecer tan inofensivo como medido viniendo de alguien con mucho léxico, eso de la ‘Prehistoria’, con abierta interpretación al desprecio, pero sin pruebas de ello. De lo que sí hay evidencia es que en la vuelta, tras una primera parte insípida, las tornas cambiaron y de repente el bien fue el mal y el mal el bien.
Porque el Atlético encerró al City en su campo, atacó sin cesar y obligó al equipo de Guardiola a recurrir a ese otro fútbol embarrado de pérdidas de tiempo, pelotazos y cambios defensivos. De lo que fuera con tal de aguantar el resultado, porque era lo que tocaba y, porque como él mismo admitió, no les quedó otra. Y me parece muy lógico, porque lo contrario hubiese sido una temeridad para sus intereses, adivinen, basados en ganar.
Tras dos partidos de batalla táctica y dialéctica en los que se jugó bastante más a lo que quiso el Atlético que el City, Guardiola salió ganador, pero se manchó del barro que tanto ha despreciado sin ninguna alusión a términos prehistóricos que cuestionasen su fútbol (im)perfecto. Al final lo que importa es ganar y todo vale para ello.
Imagen principal: Twitter @ManCityES.
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