Ya no hay debate posible. Tras haber conquistado el Mundial, Leo Messi es el mejor jugador de la historia. Al menos lo mejor que han visto mis ojos. Un jugador único e irrepetible con un palmarés inigualable, una mente privilegiada para deleitar a todo el planeta con su lectura de juego y ejecución de las acciones más inimaginables, y un tipo capaz de hacerlo todo él solo si es necesario. Un superdotado del fútbol. El más grande de todos los tiempos.

El fútbol le debía a Messi el único título que le faltaba y, además, el más importante. El fútbol le debía a su mejor representante sobreponerse al único trauma de su carrera, la final de Brasil 2014. La derrota más dolorosa que llevaba ocho años arrastrando, seguida de las dos estacas en sendas Copa América que le hicieron replantearse su continuidad en la selección albiceleste. Afortunadamente para él y para todos los que le admiramos, volvió a intentarlo, y mereció la pena. Nunca dejes de creer. Nunca dejes de intentarlo.

Ahora sí, Messi ya lo ha conquistado TODO en el fútbol. Ya tiene todo lo que merece, por todo lo que nos ha dado. Ya se puede retirar tranquilo cuando le venga en gana. Ya ha cumplido su misión en este mundo y completado el círculo de los elegidos.

La carrera de Messi ha sido la obra perfecta de un artista especial que ha maravillado desde el primer día con su Barça, rodeado de sus mejores aliados en cada puesto. Y lo ganó todo, y varias veces, con toda su trayectoria aún por delante.

Pero la carrera de Messi también ha sido una historia de superación con su país en ese estado constante de frustración, colmado por un cúmulo de infortunios que estuvieron a punto de dejarle sin la copa más preciada. La más deseada.

Afortunadamente para el bien del fútbol, la historia ha tenido un final feliz, tras años y años de comparativas ridículas y sandeces varias en torno al único jugador que siempre ha demostrado estar por encima del resto en cuanto a talento innato y aportación sobre el campo.

Y para muestra, su metamorfosis alrededor de todas las cualidades posibles atribuidas a un ‘playmaker’ de manual, posición por posición, en base a su interpretación de sus necesidades y las del colectivo, en la incesante búsqueda de la excelencia. Los hubo quienes se sentaron en su mesa lo que pudieron (con mucho mérito) pero, en su esencia, no los hay como él. Nunca los hubo, y no sé si los habrá.

Con la consecución de la Copa del Mundo, Messi se ha alzado como el dueño del fútbol y el artífice de que tantos amemos este deporte tanto como a Leo, por ser su máxima expresión del juego que nos une a todos. Por ser sinónimo de fútbol. Gracias, Leo, por hacernos tan felices a todos los que te admiramos. Y gracias, fútbol, por permitirnos ver a Messi junto al trofeo más grande que se puede conquistar.

Imagen principal: Edit José Manuel Calviño.


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